viernes, 30 de octubre de 2015

El Bueno, el Feo y el Malo

Puede sonar muy superficial y estereiotipado encasillar a los hombres en estos tres grupos según tres características tan, tan, tan básicas, pero a pesar de que este post vaya medio en broma, lo cierto es que muchas de nosotras no sabemos regirnos por otros estereotipos durante esa larga etapa que comienza desde que empezamos a tener interés y a fijarnos en el sexo opuesto (trece, catorce años…) hasta, me atrevería a decir, pasadas las veinticinco primaveras. Simplemente hagamos un retroceso en el tiempo e imaginémonos en plena adolescencia, en el patio del instituto o en la pista de la discoteca de sesión light, analizando y preseleccionando posibles candidatos con los que compartir magreos y paseos en moto. ¿Cómo los encasillábamos? Vamos allá:
El Bueno, el típico chico responsable, estudioso, tímido, buen amigo, ese para quien el piropo más  intenso que podemos soltar es un “Es mono…”, pero sabemos perfectamente que ser mono no es suficiente, por muy buena persona y muy leal que sea. Me viene a la cabeza Joseph Gordon Levitt en su papel de chico que hace de todo porque la guapa de la clase se fije en él en Diez razones para odiarte o el pardillo de Luismi de Compañeros, nos caía tan bien y era eso, mono… Son los típicos chicos a los que rechazas en el instituto y que cuando los ves quince años después con su carrera de ingeniero, su pisazo, su buen gusto por vestir y su misma bondad de siempre, pero acompañado y bien agarrado de la mano de una listilla que tuvo mejor ojo para las inversiones a largo plazo, te preguntas por qué coj**** no viste nada en él y no te gustó cuando tuviste la oportunidad. En la adolescencia, el corazón la atracción física manda.


El Feo, pobre del que quede encasillado en este grupo, porque no va a tener ni la oportunidad de ser el amigo fiel, algo que el Bueno al menos sí disfruta. Aunque si tiene el don del buen humor y de saber hacer chistes se puede salvar, porque de que se le ignore a que consiga alabanzas como “Qué gracioso es” hay un gran trecho para estos pobres incomprendidos. Porque Jack Black no es un mister pero siempre será majo, nuestro Gabino Diego es más feo que un pie pero es gracioso,  y el personaje del abogado “Bizcochito” de Ally McBeal es rarito y poco atractivo pero llega a trasmitir incluso ternura. El Feo siempre será feo, pero puede ser como los camaleones: adaptarse a las situaciones y sacar partido de sus talentos para sobrevivir en una sociedad superficial y selectiva.


El Malo correspondería al típico capullo pasota pero que está tan buenorro y es tan tremendamente enigmático con esa personalidad de tío atormentado que disimula todos sus grandes defectos. Aunque no conteste a tus mensajes, actúe públicamente como si no representaras nada para él  y te llame cuando a él le interese, ahí estás siempre como una corderita detrás suya, como los mosquitos a la luz… hasta que con los años ocurre el efecto contrario que con el Bueno: nos cansamos de esperar y sufrir y nos decantamos por alguien que realmente nos valore y que sepa comportarse como una persona normal. Claros ejemplos de este prototipo masculino son Colin Farrell o James Dean en Rebelde sin causa, lo que digo: malotes, egoístas, pasotas y atormentados, y si un día no se lían a ostias en un bar, no duermen tranquilos, pero son muuuuy seductores.



Menos mal que llega un momento en que nuestra escala de valores se amplía y enriquece y en lugar de fijarnos en si una persona es guapa o fea, atrevida o pardilla, fuerte o enclenque, siempre midiendo del blanco al negro, descubrimos una amplia gama de grises y de características más importantes como la fidelidad, la sinceridad, el respeto y muchas otras que cuando estamos en plena etapa de hormonas locas pasamos completamente por alto.

sábado, 10 de octubre de 2015

La mala publicidad

He tenido la suerte de estar durante estos días impregnándome de información, en un curso que trataba sobre las relaciones de pareja y la violencia de género en la adolescencia. El caso es que hay una serie de factores que influyen en que el machismo y la violencia de género continúen estando patentes, a pesar de que públicamente sean rechazados, porque detrás de todo esto hay unas vivencias y un aprendizaje con la familia, una cultura, otros dirán que una predisposición genética aunque no estoy del todo de acuerdo, pero desde luego, si hay algo que nos absorbe el cerebro y que nos predispone a pensar de tal o cual manera, es la publicidad.

A veces no nos paramos a pensar que los anuncios que vemos por la tele que tienen que ver con productos de limpieza y detergentes siempre son protagonizados por mujeres y, como mucho, un niño con barro hasta las orejas y un mayordomo estirado y gordo que evalúa la limpieza del ama de casa con un algodón, como si lo de limpiar solo fuera cosa de mujeres.
Después hay otros anuncios que utilizan descaradamente el físico de una chica atractiva sin venir a cuento, sin tener que ver nada con el producto que se intenta vender. Por ejemplo aquel “Busco a Jacks” en el que una pava se bajaba la cremallera del escote para enseñar las pechugas, ¡como si esa acción fuera a ser decisiva para obtener una respuesta y que cualquiera de los empanaos que la miraban le fueran a decir dónde estaba el j***do Jacks!
Fijémonos también en muchas campañas publicitarias de grandes empresas de moda y complemento, esos pecan mucho de recurrir a los anuncios sexistas y han llegado a ser vetados en algunos países por el contenido, que incita claramente a la violencia contra la mujer. Esa imagen de Dolce & Gavanna en el que sale una chica tumbada y rodeada por hombres medio desnudos… más que un anuncio de ropa parece el comienzo de una bukake, y he querido ser suave.
Pero entonces, ¿qué requisitos tiene que reunir un anuncio publicitario para que se considere machista? Hay tres puntos clave:
  • Justificar comportamientos o actitudes que impliquen violencia contra la mujer.
  • Exhibir el cuerpo femenino como reclamo de venta cuando sea ajeno al contenido del anuncio y de lo anunciado.
  • Utilizar a la mujer y reducir su cuerpo a un mero objeto sexual.
Parece que para que se den algunos de los tres puntos, el anuncio en cuestión tendría que ser muy rebuscado y descaradamente sexista, pero como ya he dicho, lo podemos encontrar en cualquier sutileza, como ese anuncio del ambientador, en el que la mujer coloca el producto y espera la conformidad del marido que, aunque éste nota un cambio en el ambiente, no se preocupa de preguntar el por qué, simplemente le hace un gesto de aprobación a su esposa y ella tan contenta. Esos pequeños micromachismos de los que a veces no nos damos cuenta.


Si ya comenté anteriormente mi desaprobación por la música reggeaton por su contenido machista y violento y su influencia en los adolescentes, de la misma manera hago mi manifestación particular contra la publicidad de la tele, las calles y las revistas que utilizan a la mujer como un mero objeto. Son mensajes a los que todos tenemos accesos, hasta los más pequeñitos y pequeñitas a los que ya se les marca con mensajes de a qué juegos deben jugar y que crecerán pensando que el Don Limpio  es cosa de mujeres y que con una chuflada de Axe ellos pueden someterlas.
Y no exagero pero si nos fijamos bien, la diferencia entre estas dos publicidades que pongo a continuación es de más de cinco décadas, pero ambas incitan a la violencia contra la mujer.


Qué fuerte, ¿no?
Aquí dejo también enlaces de anuncios machistas, para que nos percatemos mejor de lo que ven nuestros ojos y lo que oyen nuestros oídos:


Cambiar estas cosas es muy difícil, pero si lo sabemos, si lo  tenemos en cuenta,aunque seamos una minoría, podemos prevenir en la medida de lo posible, explicándoselo a nuestros hijos, comentando estos anuncios en una cafetería con más gente o compartiendo éste post por ejemplo, para que quienes no hayan caído en la cuenta de la carga violenta y sexista que tiene la publicidad más actual y popular lo hagan y pongan también remedio utilizando microigualitarismos. Desaprender aprendiendo de nuevo.


domingo, 4 de octubre de 2015

Caso cerrado

El mes de octubre ha comenzado con una noticia que ha alegrado a unos padres, un pueblo y, por supuesto, a todo un país. Dieciocho años después de que  Eva Blanco, vecina de Algete (Madrid,) fuera violada, apuñalada por la espalda y abandonada en una cuneta, tras analizar las muestras de ADN de todo un pueblo y seguir numerosas líneas de investigación, hoy la guardia civil de la Comandancia de Madrid puede dar el caso por cerrado, al haber dado con el asesino de la niña en una localidad francesa, aunque todavía queda contestar a la pregunta que los padres de Eva se estarán haciendo: ”¿Por qué?”.
Eva Blanco
Sea como sea, el final de este caso puede dar esperanzas a muchas familias que estarán pasando por una situación similar. Aquí dejo un enlace de la noticia:
El tener que vivir durante tantos años sin saber quién te ha arrebatado a una hija que tenía tantas cosas por vivir y que hoy tendría treintaicinco años debe de ser tremendamente doloroso y agonizante. Pero igual de duro tiene que ser el hecho de saber quién ha matado a tu hija pero no saber dónde se encuentra ella, no tener un cuerpo al que llorar porque un puñado de gentuza sin corazón se dedica a jugar con la policía y con los sentimientos de una familia.  Porque no hay que olvidar que Marta del Castillo sigue desaparecida porque Miguel Carcaño y sus compinches (su hermano y la novia, Samuel, el Cuco y la madre de éste) no quieren hablar, probablemente, aconsejados por sus abogados.
Marta

Laura y Marina



Rocío y Sonia
Estas personas, por llamarlas de alguna manera, se creyeron que podían coger a una chica, hacer lo que quisieran con ella y arrebatarles la posibilidad de tener un futuro. Cosas tan cotidianas como estudiar una carrera, celebrar un cumpleaños, conocer el amor de su vida, tener hijos… eso ya no lo podrán hacer ni Eva, ni Marta, ni Rocío, ni Sonia ni ninguna de esas chicas cuya desaparición pueda haber sido más o menos mediática, pero cada vez que se resuelve uno de estos casos parece que se activa la esperanza de que la justicia llega, aunque a veces sea tarde y que quienes se piensan que pueden irse de rositas sin pagar por los crímenes que cometen, ya pueden esconderse en el pueblo más remoto de Francia, cambiar de aspecto o callar como un zorro, que al final tendrán que rendir cuentas y pagar por lo que han hecho, ya sea en el momento o veinte años después.