sábado, 16 de septiembre de 2017

Cuando llega el perdón

Clemencia, compasión, benignidad, piedad, tolerancia, indulgencia. Hay tantas formas de ponerle nombre al perdón y tan fácil de explicar lo que significa. Pero ponerlo en práctica es realmente difícil, decir “te pido perdón”, lo puedo asegurar, incluso cuando dices “te perdono”, pocas veces es un acto real al cien por cien. ¿Por qué? Pues muy fácil, porque el perdón va precedido de muchas clases de sentimientos y fases emocionales y las emociones no se controlan.
Imagen relacionadaSe ha hecho  que Brad Pitt, después de doce años, le ha pedido perdón a Jennifer Aniston por todo el dolor que le causó cuando la abandonó tras enamorarse de Angelina Jolie durante el rodaje de una película y por no haber sido el marido que ella se merecía. Al parecer, el hecho de encontrarse en un momento trascendental en su vida ayuda a ver mejor lo errores del pasado, recapacitar e intentar deshacer el daño. Obtener la indulgencia de la otra persona ayuda a encontrar la paz para seguir adelante. Entonces, ¿esto sería una disculpa real y sincera o un acto egoísta para sentirse mejor consigo mismo? De ahí la complicación de que ese perdón no sea de “baja calidad”.
¿Y perdonar? ¿Qué ganas con eso? ¿Ser una buena persona? Ahí está: el que perdona también busca, en parte, encontrar una especie de purga emocional que le permita hacer las paces con el pasado y acabar con esos sentimientos de rabia, busca su propio bienestar al fin y al cabo.
El perdón es egoísta entonces… ¿O qué?
Es complicado, porque sinceramente yo soy la primera a la que le cuesta perdonar, y mucho más olvidar, y tal vez por eso me es tan difícil creer que a una persona, cuando le han hecho tanto daño y el perdón le llega tan tarde, sea capaz de hacer borrón y cuenta nueva así, sin más. A lo mejor sí que es cierto que el tiempo contribuye a ablandar el rencor.
Lo que sí que no es cierto es eso de “yo perdono, pero no olvido”. No, perdona (y nunca mejor dicho), pero si no olvidas es que no has perdonado. No sé por qué perdonamos si no estamos preparados, total, no creo que nos vayamos a ganar el cielo por eso, creo que es mejor que llegue esa capacidad de perdonar sincera, y si no llega, oye, qué le vamos a hacer.
¿Somos malas personas por no perdonar? No sé. ¿Nos envenenamos por dentro cuando somos incapaces de conceder ese perdón? Pues puede. Pero la persona agraviada es la que tiene la última palabra; si decide no perdonar, hay que respetarlo. Siempre es mejor un acto de sinceridad.
A veces, a las personas que piden perdón se les ve el plumero, porque lo hacen esperando una respuesta positiva para ellos y cuando no la consiguen, se sienten agraviados (como si cambiaran las tornas). El que pide perdón debe hacerlo desinteresadamente, respetando la otra respuesta, sea o no de su gusto.
Pedir perdón es complicado, perdonar, mucho más si cabe. Pero detectar la sinceridad en ambos actos, eso sí que es difícil.
El post es cortito, pero porque más que para leer, es para la reflexión que viene después...

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